En una de estas investigaciones, Javier López del Val, responsable de la unidad de trastornos del movimiento del servicio de neurología del hospital clínico universitario Lozano Blesa de Zaragoza, observó que había jornadas en las que ingresaban trece o catorce personas en su unidad y otras en las que, en cambio, no había nadie. Sorprendido por esta circunstancia, decidió apuntar el día y la hora en que ingresaron los 750 pacientes que fueron atendidos durante un año en el servicio de urgencias de ese hospital, investigando todo tipo de correlaciones en busca de un posible patrón. Eso le llevó a solicitar al Servicio Meteorológico Provincial de Zaragoza datos de la máxima y mínima presión atmosférica, temperatura y humedad de cada uno de los días de ese año. “La conclusión es que hay un 30% de la población que barrunta a través de su cuerpo cambios atmosféricos”, explica este neurólogo, tras mencionar que a su abuela le dolía el codo justo antes de llover. “Yo por aquella época lo atribuía a que ella era de pueblo”, admite. “Incluso llegué a pensar que estaba loca. Pero la cuestión es que el tiempo le ha acabado dando la razón”.
A modo de introducción
Casi todos reconocemos que en primavera y veranos estamos más energéticos, más alegres y nos sentimos mejor, comparativamente con el invierno. Todo indica que la luz solar incide en ciertas actividades del cerebro que tienen que ver con el humor de las personas, de manera que al disminuir la iluminación solar la gente tiende a deprimirse.
Desde lo clínico:
1. La cantidad de luz recibida del exterior influye en la actividad de la serotonina (un neurotrasmisor que permite la intercomunicación entre neuronas), producida por la glándula hipófisis (situada en la parte central del cerebro) que es quien “maneja” nuestros estados de ánimos. La depresión es producida cuando la secreción de esa hormona es baja.
2. En el invierno también ocurre la secreción de la melatonina (hormona que segrega la glándula epífisis – situada en el cerebro) que aumenta la somnolencia y la baja temperatura corporal, este aumento se da por la reducción de los periodos de luz solar. Y así se aumenta la melatonina, disminuye el nivel de serotonina en el cerebro, por lo que se afecta el buen estado anímico. Algunos estudiosos dicen que bastarían dos semanas de insuficiencia de luz en individuos predispuestos para disminuir los niveles de serotonina y conducir a depresión.
En síntesis: La disminución de luz es el desencadenante de depresión estacional. Por lo tanto lo contrario también puede suceder, es decir, durante los meses cálidos en países cercanos a los polos hay muchos casos de personas que se vuelven demasiadamente alegres y ansiosas.
Fotobiología y climatología medica
Fotobiología: Es la disciplina científica que examina la relación de los seres vivos y la luz.
Climatología médica o biometeorología: Es la ciencia que estudia la influencia que el clima ejerce en los seres humanos, tanto por sus efectos terapéuticos como por sus posibles perjuicios para la salud.
Los investigadores afirman que los valores extremos de temperatura, su combinación con la humedad y el viento, exponen al organismo a condiciones que en algunos casos inciden en forma directa en la aparición o agravamiento de enfermedades. Entre ellas es posible contar las de piel y gastrointestinales, los problemas articulares y vasculares, así como cefaleas, diarreas, asma, insomnio y otros.
El frío intenso provoca una vasoconstricción periférica intensa con aumento del metabolismo basal y producción de calor. El calor produce vasodilatación periférica, sudoración abundante, pérdida de agua y electrólitos a través de la piel. En situaciones muy extremas se puede dar el llamado golpe de calor, que causa hipertermia, deshidratación, dolor de cabeza y afectación del sistema nervioso central.
Los estudios bioclimatológicos son complejos, pero epidemiológicamente se conocen bien determinadas asociaciones entre ciertas enfermedades y cada una de las estaciones del año. Son ejemplos de ello la tuberculosis, el sarampión, la tos ferina y la rubéola –más frecuentes en primavera–, las gastroenteritis y toxoinfecciones alimentarias –más típicas del verano–, la fiebre tifoidea, la escarlatina, las amigdalitis y la poliomielitis –más frecuentes en otoño–, y los síndromes catarrales y la meningitis –con una incidencia claramente superior en invierno–. Esto se debe, entre otras causas, a que los agentes patógenos se encuentran también sometidos a las variaciones climáticas y estacionales.
Agentes climáticos y sus consecuencias (a modo de síntesis)
Viento
ü Cálido y seco: Fatiga, decaimiento, ansiedad, ataques de pánico, trastornos emocionales, ansiedad, agitación psicomotriz, jaquecas
ü Frío y húmedo: Hipersecreción mucosa, resfriados, aumento de la sensibilidad al dolor en pacientes reumáticos
ü Templado y húmedo: Cefaleas, jaquecas
Temperatura
ü Elevada: Descenso de la presión arterial, fatiga, bajo tono vital, problemas circulatorios (la deshidratación puede aumentar la viscosidad en sangre y la formación de trombos, tanto en la circulación cerebral como coronaria), calambres, dolor de cabeza, irritabilidad, dermatitis por calor (sobre todo en recién nacidos), edemas (especialmente en extremidades inferiores), agresividad
ü Baja: Trastornos respiratorios y circulatorios, hipotermia, infartos, asma (sobre todo, combinada con la humedad), aumento del colesterol sanguíneo (también en las olas de calor)
Temperatura y movimientos del aire
ü La temperatura del aire en la sombra disminuye aproximadamente 1 ºC por cada 150 m de altitud. Ello implica que a partir de los 3.000 m la temperatura se encuentra generalmente bajo cero. A los 8.000 metros es aproximadamente de –37 ºC, y a 11.000 m de unos –55 ºC. Con frecuencia en la alta montaña la velocidad del viento es importante. A ello contribuye tanto la gradación térmica como las particularidades del relieve. Los habitantes de cada región denominan con nombres específicos determinados tipos de viento que tienen características particulares (p. ej., Tramontana- Ampurdán, Cierzo-Valle del Ebro, Sharaw-Israel, Siroco-Magreb, Harmattan- Región subsahariana, Foehn-Suiza y Austria, etc.). El caso del viento Foehn (en alemán, «aire caliente»), que se asocia a notables alteraciones en la electricidad atmosférica, ha sido estudiado intensamente en Baviera y se ha comunicado con el término de “efecto Foehn” un conjunto de efectos sobre la población que incluyen modificaciones de conducta, irritabilidad, falta de concentración, jaqueca, migraña, accidentes de tráfico, peleas callejeras y discusiones laborales y familiares.
Humedad
ü Mayor de 75%: Recrudece el reuma, crisis asmáticas (cuando se combina la humedad con el frío), artritis, artrosis y procesos infecciosos (por ejemplo, neumonías). La humedad intensa dificulta entre otras cosas la sudoración y aumenta la eliminación de líquidos a través del riñón, lo que hace que en ambientes naturalmente húmedos con frío o con calor intensos, éstos se toleren peor. En cambio la lluvia y nieve tienen una acción beneficiosa sobre la atmósfera, pues, aunque aumentan el grado de humedad, arrastran el polvo y las partículas suspendidas en el ambiente, purificando y mejorando el aire que respiramos.
ü Menor de 25%: Sequedad de la piel y de las mucosas del tracto respiratorio, pequeños latigazos de electricidad estática al tocar una persona o un objeto
Lluvia
ü Fracturas de huesos, disminución de las migrañas provocadas por un cambio brusco de la presión atmosférica, brotes de asma (las tormentas traen consigo concentraciones de polen y esporas fúngicas).
ü También está comprobado que la lluvia tiene un efecto apaciguante (aunque no induce el sueño) en animales y seres humanos, hasta el punto de que un estudio del hospital del Mar de Barcelona ratifica que cuando llueve descienden un 50% los ataques de pánico
Condensaciones y precipitaciones
ü La condensación del vapor de agua puede producir nubes y precipitaciones. Estas últimas son especialmente importantes en las vertientes de algunos montes, y a partir de cierta altura son siempre en forma de nieve. Las precipitaciones en ambiente frío que se acompañan de viento se conocen como ventiscas, relacionadas también con las meteoropatías.
Presión atmosférica
ü Disminuye con la altura (hipobaria). Esto tiene especial importancia debido a que, paralelamente, disminuye la presión parcial de oxígeno. El aumento de la presión atmosférica puede aumentar la viscosidad del aire respirado y facilitar un broncospasmo en individuos predispuestos.
ü Migraña, hemorragia intracerebral (con cambios bruscos y, especialmente, con presiones atmosféricas altas), cardiopatías coronarias, neumotórax espontáneo (aunque, como en otros casos, los estudios arrojan resultados contradictorios)
Radiaciones
ü La radiación solar aumenta con la altitud (aproximadamente un 3% cada 100 m hasta los 2.000 m). A partir de esa altura los aumentos son mucho más rápidos. Las radiaciones infrarrojas, ultravioletas y cósmicas también aumentan con la altura. Eritema solar, elastosis, cáncer de piel, cataratas, fotoqueratitis y fotoconjuntivitis, alteraciones inmunológicas y otros muchos procesos se asocian con la intensidad y la acumulación de radiaciones solares.
Electricidad atmosférica
ü Es muy variable en función del relieve y de las nevadas. En alta montaña la electricidad es predominantemente negativa, pero en las grandes ciudades próximas al nivel del mar nos encontramos muchas veces con una acumulación importante de cargas eléctricas positivas, que parecen influir notablemente sobre muchas enfermedades.
Polución atmosférica
ü Los aspectos meteorológicos influyen enormemente sobre el grado de contaminación en las grandes ciudades. Las repercusiones de la contaminación ambiental sobre la salud son directas (aumento y redistribución de alérgenos, sensibilizaciones), pero también indirectas, a través de las alteraciones provocadas sobre los ecosistemas naturales.
ü En general, una atmósfera estable, anticiclónica, puede considerarse poco meteoropática, mientras que con una atmósfera inestable, sobre todo tras un cambio brusco de los parámetros meteorológicos, aparecen incrementos en ciertos índices de morbilidad y mortalidad.
ü Según estudios recogidos por la Asociación Española de Biometeorología, nuestros ritmos biológicos se ven alterados por los cambios atmosféricos y nuestro organismo reacciona psíquica y orgánicamente para adaptarse a la modificación atmosférica. Serían estos mecanismos adaptativos los que se asociarían a ciertas meteoropatías. Recientes estudios, según datos publicados por la mencionada asociación, indican que las modificaciones termodinámicas del aire son las que parecen asociarse con una mayor relevancia a las alteraciones orgánicas, mientras que los cambios eléctricos (cambios en la ionización aérea) se relacionan sobre todo con las modificaciones psíquicas. No obstante, la integridad fisiológica psíquica y orgánica dificulta el estudio por separado de estos efectos.
Diferencia entre tiempo y clima…
El tiempo, en forma sencilla, es el estado de la atmosfera. Por ejemplo, “el día está caluroso, pesado, húmedo o agradable”; estamos haciendo alusión al tiempo, es decir, el estado momentáneo de la atmósfera. Esto quiere decir que, en un mismo día puedo percibir varias instantáneas de la atmósfera. Evidentemente, por lo que acabamos de decir, podemos distinguir varios tipos de tiempo meteorológicos en un mismo día.
Sintetizando y profundizando, el tiempo meteorológico (objeto de estudio de la meteorología) expresa la vinculación momentánea entre los principales elementos meteorológicos de la atmósfera; éstos son: temperatura, presión atmosférica, precipitaciones y humedad.
El clima (objeto de estudio de la climatología), por el contrario, es una síntesis del estado promedio de la atmósfera (tipos de tiempo) según parámetros establecido por el Servicio Meteorológico Nacional -SMN). El clima es lo que hace posible decir que “tal lugar tiene tal clima”, conforme un estudio estadístico exhaustivo de los tipos de tiempo meteorológicos del lugar, mínimamente a través de 30 años consecutivos. Por su puesto, mucho peor es decir “el clima de hoy es caluroso”, en todo caso correspondería decir, “el tiempo de hoy es caluroso”.
Pero, ¿qué entendemos por biometeorología?
La biometeorología es una disciplina que se encarga del estudio del impacto del tiempo meteorológico o estado de la atmósfera y del clima en la salud humana y en otros seres vivos. Por ejemplo el estudio de los daños que puede ocasionar una ola de calor si no tomamos los recaudos necesarios. Y otras investigaciones se relacionan con la climatología, ya que no se basan en un tipo de tiempo, sino en una “realidad” atmosférica a largo plazo, como por ejemplo; la radiación ultravioleta sobre nuestra piel y el impacto que ésta puede generar.
Meteorosensibilidad
La meteorosensibilidad (también conocida como “meteorotropismo”) puede ser considerada como una subdisciplina cuyo objeto de estudio son los cambios de ánimo y alteraciones físicas asociados a las condiciones de temperatura, humedad o presión atmosférica. Numerosos estudios revelan que el 50 % de la población global, en mayor o en menor medida, sufre alteraciones o son sensibles a estos cambios.
Se denomina “meteoropatía” a cualquier trastorno psicoorgánico relacionado con los fenómenos meteorológicos. Ya en tiempos de Hipócrates se buscaron asociaciones entre meteorología y enfermedad. El hecho de que las meteoropatías no produzcan, en general, enfermedades agudas graves, junto al desconocimiento del tema y a la poca difusión de determinados estudios, ha propiciado un retraso en el conocimiento de las meteoropatías y un estudio deficitario que todavía hoy es evidente.
Esto contrasta con diversos trabajos que demuestran que sobre una tercera parte de la población general, especialmente mujeres, acusa una notable meteorosensibilidad y es especialmente susceptible de padecer meteoropatías y de manifestar síntomas atribuibles a éstas. La edad avanzada y, en mujeres, el período premenstrual y la menopausia, facilitan aún más la repercusión de los cambios meteorológicos sobre el organismo.
Algunos hallazgos interesantes
Si bien tenemos la capacidad de adaptarnos y readaptarnos como especie; también existen malestares en el organismo que explican nuestra vulnerabilidad a variaciones extremas en ciertos patrones de temperatura, humedad o presión a los que estamos acostumbrados. Una alteración en esos patrones (o parámetros) hace que manifestemos irritabilidad, insomnio, malestar general, decaimiento, etc.
El hecho de que podamos readaptarnos, no significa que no padezcamos modificaciones en nuestro estado de salud o de ánimo. Por su puesto no podemos ser tan deterministas y considerar que este tipo de efectos en la salud se debe a un solo factor. En los países de latitudes medias, aumentan los casos de mortalidad relacionados con enfermedades respiratorias e infecciosas. También, aseguran los especialistas, que el frío por sí solo no provoca las enfermedades que estamos acostumbrados a “soportar” en invierno, como resfrío, gripe o bronquitis; sino que el enfriamiento del cuerpo reduce consigo la resistencia a las infecciones y es allí cuando las contraemos.
El tipo de tiempo frío, prolongado por una estación como es el invierno, genera también aumento en la presión arterial, por eso afecta sobre todo, a quienes tienen problemas circulatorios, propiciando así un sobre exigido trabajo al corazón con posibles manifestaciones en problemas cardíacos.
Unos datos históricos para no menospreciar
En los EEUU, durante la ola de calor del verano de 1988, el índice de homicidios aumentó 75 % (Confessore y Saldívar. 2006). Si bien no somos “mono-causales”, en condiciones atmosféricas tan singulares como son las olas de calor, no sólo se alteran los nervios de los trabajadores que se trasladan en días que es imposible circular, sino que la sociedad en general (sobre todo la población joven) tiende a consumir mucho más alcohol de lo acostumbrado, acompañándolo con drogas por aquellos que habitualmente lo hacen. Esto sí explicaría un poco más el aumento porcentual a través de actitudes violentas.
Otros estudios aseguran que el estrés térmico causado por fío o calor, puede potenciar el incremento de accidentes de tránsito en un 20 %.
Personas sensibles al clima y meteoroestables
No todas las personas reaccionan por igual frente a los cambios atmosféricos. Los especialistas estiman que entre un 30 y un 50 % de la población es meteorosensible. Sin que se sepa exactamente por qué, estas personas son particularmente receptivas a los albures climáticos, percibiendo antes que otras los futuros cambios de tiempo.
En general, los individuos meteorosensibles suelen ser nerviosas, emotivas, frágiles, unas veces desanimados y otras entusiastas. Su organismo registra períodos de menos resistencia y es entonces cuando son fácil presa de los caprichos del tiempo. En realidad podría considerarse la meteorosensibilidad como una enfermedad de la civilización. Las personas estresadas son más sensibles a los cambios atmosféricos, pero también los recién nacidos y las personas de edad avanzada registran más tales cambios.
Los meteorostables notan menos tales efectos gracias a un temperamento más frío, más sólido. Un cuerpo sano puede siempre compensar las condiciones meteorológicas desfavorables. Basta una vida regular, con frecuentes salidas al aire libre, hacer ejercicio y observar una dieta equilibrada, para que el organismo se adapte mejor a las modificaciones del tiempo. Sin embargo, suele darse el caso de que, a consecuencia de una enfermedad o de un accidente, se produzca bruscamente hipersensibilidad. Así, por ejemplo, después de la rotura de una pierna, basta que sople el cierzo para que se reactive el dolor en la misma.
Trastornos más frecuentes afectados por el clima
Aparato circulatorio
Bruscos cambios de temperatura, una súbita baja de la presión atmosférica pueden ser particularmente nefastos a los cardíacos. Según algunos especialistas, el 80 % de los accidentes cardiovasculares se producen cuando hay una brusca variación de la presión atmosférica. Los cardíacos deben poner cuidado, por ejemplo, en las nubarradas de marzo o en el equinoccio de otoño.
Los infartos son más frecuentes al final de otoño, cuando la presión atmosférica es baja y la humedad inferior al 60 %. En cambio, son menos frecuentes en tiempo cálido, seco y estable.
Las anginas de pecho también sobrevienen cuando hay bruscos cambios de temperatura, particularmente de cálida a fría. La meteorología tiene influencia de manera general en las enfermedades vasculares, incluso periféricas. Las flebitis y las trombosis venosas sobrevienen de la misma manera.
Asma y reumatismo
El asma y el reumatismo son así mismo trastornos particularmente meteorosensibles. En los casos de asma, las perturbaciones meteorológicas repentinas favorecen las crisis: olas de aire frío, caída brutal de la presión atmosférica, aumento de la humedad del aire, determinados vientos, son otros tantos factores desencadenantes. En cuanto al reumatismo son pocos, entre quienes lo padecen, que no noten en sus carnes, mucho antes de que se produzcan, los cambios de tiempo, ya sea trayendo frío, humedad o viento. Hay que tener en cuenta que un descenso en la presión atmosférica aumenta la cantidad de agua en los tejidos humanos, los cuales tienden entonces a hincharse, lo que puede ocasionar dolor.
¿Influye la luna en la salud?
La primavera, por ejemplo, es una estación particularmente difícil para los deprimidos profundos. Un estudio americano ha mostrado que la curva de suicidios alcanza el punto más alto durante aquella estación. En cambio, los actos de violencia hacia otras personas se dan preferentemente en verano. ¿Y la luna? La sabiduría popular da a nuestro satélite múltiples influencias. Dejando aparte los trastornos psíquicos causantes de crímenes, que se atribuyen a la luna llena, sí que parece que son favorecidos por ella numerosas afecciones virales, tales como herpes, zona, varicela y parotiditis. Hay que confiar en que adecuados estudios confirmen o desmientan tales efectos.
La contaminación electromagnética
Todo nuestro planeta se encuentra metido en una verdadera niebla de campos electromagnéticos producidos por líneas de alta tensión, instalaciones de trenes eléctricos, sistemas de telecomunicación, televisión, radar, aparatos electrodomésticos, etcétera. Todo ello hace que los seres humanos se hallen sometidos a irradiaciones que jamás habían existido antes.
Diversos estudios han llegado a la conclusión de que los campos electromagnéticos generados de tal modo conducen a un calentamiento de los tejidos orgánicos, tanto de los seres humanos como de los demás animales y de las plantas, fenómeno que para el hombre puede originar estados febriles y excitaciones de algunos órganos.
Existe en la actualidad una amplia literatura acerca del carácter problemático de esta cuestión. Recomendamos a quienes se interesan por este tema el libro titulado “Estrés de Alta Tensión”, de Carlos M. Requejo (Didaco).
La contaminación eléctrica y la salud
Pero también hay que evitar en lo posible la continua exposición a los campos generados por los aparatos domésticos, desde despertadores eléctricos a lavadoras.
La emisión magnética de las lavadoras es mayor sobre todo durante su fase de centrifugación, viniendo a continuación la de aspiradores y ventiladores. Los secadores de cabello y las máquinas de afeitar eléctricas poseen campos que también pueden resultar peligrosos.
En la cocina, la mayoría de los hornos de microondas liberan ondas nocivas que pueden ser letales para las personas que llevan marcapasos. Pero esto ocurre debido a acumulación de polvo o mantenimiento deficiente, que impide cerrar bien la tapa. Y es aconsejable no permanecer frente al horno mientras está funcionando. En cuanto al horno eléctrico, es fuente contaminante su resistencia. En cambio, apenas ofrecen peligro los frigoríficos, tostadoras de pan, parrillas eléctricas y planchas para la ropa.
¿Y el teléfono móvil?
Investigadores suecos han vinculado el uso del teléfono móvil a dolores de cabeza, fatiga, sensación de calor y hormigueo. Sin embargo se desconoce (con certeza) si la causa de estas molestias es el aparato o el estrés de quienes lo utilizan.
En síntesis, la respuesta humana está condicionada entre un sinfín de variables a los factores climáticos… a modo de cierre de un tema que debe quedar abierto a la investigación científica y personal…
Ø Los frentes cálidos y secos estimulan el sistema parasimpático e inducen modificaciones en la neurotransmisión cerebral, afectando de modo relativamente heterogéneo a cada individuo (agresividad, aumento de suicidios, irritabilidad, depresión, oliguria…). Desde el punto de vista meteorológico, los frentes secos se acompañan de una disminución de la presión atmosférica y la humedad, así como de un aumento de la ionización ambiental positiva. Esta situación provoca modificaciones hipotalámicas que pueden traducirse en un hipertiroidismo intermitente, alteraciones neuroquímicas y modificaciones psicosomáticas.
Ø Los frentes fríos y húmedos, en cambio, estimulan el sistema simpático, ocasionando alteraciones cardiocirculatorias y respiratorias, con aumento de la diuresis y una mayor sensibilidad al dolor, que acusan especialmente los pacientes con enfermedad reumatológica. Cuando aumenta la humedad relativa se acusa más tanto el frío como el calor, pues aumentan las pérdidas térmicas por conducción y disminuyen a la vez las pérdidas térmicas por déficit de evaporación del sudor. En pacientes reumáticos el exceso de humedad relativa puede agravar determinadas artralgias, y el tiempo húmedo favorecer la proliferación de hongos, con la enfermedad asociada que conllevan. Un ejemplo curioso es que el tiempo húmedo parece favorecer determinadas hepatopatías por aflatoxinas. La ionización atmosférica parece tener más importancia de la que hasta el momento se le ha dado. Cada vez existen más indicios que relacionan la ionización positiva de la atmósfera con disfunciones psíquicas.
Ø Algunas reacciones neuroquímicas parecen modificarse y algunos investigadores han atribuido estas disfunciones a descargas serotoninérgicas con una fase previa de euforia que se sigue de depresión, depresión sin euforia previa, insomnio, crisis migrañosa, aumento de la incidencia de dolor anginoso e incluso accidentes cerebrovasculares. Ciertos meteoropatólogos introducen el concepto de “frente meteoropático” para referirse a la situación meteorológica caracterizada por la tríada de viento intenso, sequedad ambiental y aumento de la ionización atmosférica positiva. Esta situación meteorológica parece asociarse con un aumento del metabolismo, alteraciones serotoninérgicas, meteorismo abdominal, artralgias, disnea, ansiedad, depresión, asma bronquial, espasmos vasculares, migraña, espasmos viscerales, vómitos, cólico nefrítico, reacciones alérgicas y reacciones bifásicas euforia-depresión. Algunas de estas alteraciones están más demostradas que otras, pero existen suficientes indicios como para pensar que el frente meteoropático puede influir por diversos mecanismos sobre todas ellas.
Fuente Original: Horacio Cairo
Publicado por Federico Wasinger
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