He de reconocer que para algunas cosas (o muchas) soy como los antiguos.
Desde la adolescencia miraba con gran admiración a esas parejas octogenarias que paseaban cogidas de la mano, ahora continuo observándolas aunque no sé si con solo admiración, porque quizás algo de envidia sana también.
Las pocas veces que he compartido este sentimiento romántico del amor me han contestado que antes había mucha sumisión y que no es tal ese amor.
Por supuesto que en las situaciones que existía violencias físicas, psicológicas, imposiciones… No lo hay, solo una posesión personal basada en una relación emocional. Por eso espero que no se malinterprete mis palabras, no trato de argumentar el viejo dicho de: ¡Aguanta que esto es lo que te ha tocado!.
Sino reforzar la capacidad de unión desde la diferencia, y la capacidad de adaptarse desde el afecto.
Por eso confío en que la sonrisa y la unión de esas manos octogenarias han trascendido una relación basada más allá de los encorsetamientos actuales de sumisión, posesión o dependencia con los que tratamos definirlos.
Desde nuestro paradigma actual de relaciones, donde el ego, individualista y mental está posicionado con tanta fortaleza, hemos perdido esa capacidad de relacionarnos desde una perspectiva simple y fácil, todo es tan complejo y condicionante que aunque abocamos por crianzas de amor incondicional, cuando tratamos la relaciones de pareja nos vamos al otro opuesto. Y si nuestras condiciones no se cumplen pues a la mas mínima: «Aquí paz y luego gloria».
Pero esa gloria nunca llega, si no estamos preparadas para aprender a crecer personalmente a través de la dualidad y la complementariedad que nos ofrece la otra parte.
Fortalecer nuestra voluntad y decisión en los «malos momentos» es la clave para transmutarnos, disfrutar solo de la parte alegre y feliz de una relación es sencillo y gozoso claro, pero solo nos aboca al fracaso continuo.
Establecer habilidades como la paciencia y constancia posibilitan madurar unas relaciones que aunque no siempre sean alegres y felices (¡Y comamos perdices!), no significa que no sean fructíferas, todo lo contrario. Es en la capacidad de solventar el dolor, cuidarlo y transmutarlo donde podemos encontrar el «One heart», Corazón único.
Mientras tanto, continuaré observando a esas personas octogenarias cuando pasean cada día de sus vidas asidas de la mano y esa sencilla sonrisa que uno aspira y anhela conseguir.
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