Aún recuerdo cuando en plena adolescencia solía vociferar contra todos los males del mundo, ahora, y desde hace más de una década aprendí que el poder esta dentro de cada persona y que por lo tanto en última instancia, tenemos la capacidad de empoderarnos a pesar de todos los obstáculos que la sociedad o las estructuras del sistema civilizatorio formule. Mi herramienta de transmutación sin duda, fue la Permacultura.
Vivimos siempre en una dualidad: Luz o Oscuridad, Alegría o Pesar, Fácil o Difícil y así eternamente… Pero en lo respectivo a esta reflexión lo que prima es ¿Personal o Social?, ¿Victimismo o Empoderamiento?.
Las reglas del sistema actual por muy democrático que se autodefina realmente no lo hemos decidido de forma explícita (que sí implicita) y los poderes ocultos que mueven sus hilos directamente no podemos aportar mucha luz, al menos desde una perspectiva personal. A menudo desde los movimientos sociales que supuestamente aspiran a mejorar la sociedad se suele acrecentar el ideal de que somos la parte oprimida, victimaria, sufrida de la sociedad y por lo tanto debemos luchar frente a las injusticias, esa lucha suele ser muy agotadora para obtener muy pocos resultados exitosos pero lo que no cabe duda es que el sentimiento de ser la parte débil de la sociedad nos recluye al discurso de la ira, el odio o indirectamente la sumisión hacia la parte beneficiada. Para al final quedarnos en una actitud de protesta verbal en lugar de propuesta vivencial, así que caemos en las frases reiterativas de «el banquero es un usurero», «el político es un corrupto», «el empresario un explotador»… Estas frases son fáciles de pronunciar porque las volcamos hacia otras personas, la pregunta importante y difícil de responder es ¿Y yo, que soy?.
Muchos son los debates dialécticos en los que he visto como al realizarles estas preguntas las personas a menudo no la responden. Porque saben que de forma directa o indirecta son cómplices de aquello que critican al seguir perpetuandolo. Si una relación de opresión se perpetúa es porque ambas personas mantienen la relación: Opresora y Oprimida. Lo que mas me duele emocionalmente es ver cómo las personas de una supuesta mayor conciencia de lo que ocurre en su entorno entregan su libertad individual al determinismo de la parte opresora. Pues cuando nos quejamos de no vivir como deseamos vivir estamos diciendo que no tenemos la capacidad de decidir qué modelo de vida practicar. Si esto ocurre es porque hemos entregado nuestro poder a otra persona, colectivo, sistema.
Pero siempre, siempre tenemos ese poder, aunque esté dormido, despertarlo en mí significo pasar de una vida irascible por el mundo en el que vivía a una vida de goce por el mundo que estoy construyendo. Y goce no significa fácil, requiere de esfuerzo y determinación.
El filósofo y teólogo Antonio Fornés dice: «El hombre no quiere ser libre, sino esclavizado».
Y es que la libertad conlleva responsabilidad, una cuestión que pocas personas desean afrontar ante la comodidad de que otras hagan asuman dicha responsabilidad y en tal caso, con quejarme…
Pero como decía J.P. Sartre: «El hombre está condenado a ser libre». Otra cuestión es que lo asumamos con autodeterminación o no.
Personalmente he tenido muchos obstáculos en la vida, para nada transito un sendero de rosas sin espinas, pero esa es la vida, experimentamos en la dualidad. Y a pesar de los pesares, me puedo sentir orgulloso de haber realizado siempre lo que deseaba realizar, volviendo a otra frase célebre de Sartre: «No hagas lo que quieras, quiere lo que hagas».
La primera de las leyes universales que asumen las cosmovisiones ancestrales de todo el planeta dice «El Todo es mente, el universo es mental». Esta ley nos enseña el poder de transmutar a través de la fortaleza mental nuestro ser y por ende nuestro entorno. El ahora tan afamado concepto de «Empoderamiento».
Una reflexión existencial que hice anterior similar puedes verla en: Cómo empoderarte en la vida: Las tres actitudes fundamentales.
Carolina Marín, jugadora de badminton que se ha hecho con todos los méritos posibles en su especialidad pese a no contar con ningún punto de partida a su favor lo ha resumido magistralmente en la frase que la motiva diariamente a superarse: Puedo, porque pienso que puedo.
Para vivir en una sociedad justa deberíamos partir todas las personas desde el mismo punto inicial, así si sería una «Igualdad de oportunidades» real, pero esto se antoja difícil de lograr, no obstante siempre nos queda nuestra libertad, nuestra responsabilidad y nuestra autodeterminación, para alcanzar nuestras metas vitales.
¿Y tú, te animas a tomar las riendas de tu vida?
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