Vivimos en una constante dualidad, eso es algo que asumí desde joven y que cuando estudié en una organización teosófica comprendí intrínsecamente. Necesitamos de la dualidad para comprender y aprehender.
Existen los típicos ejemplos de: No hay luz sin oscuridad, frío sin calor o la típica frase «Del amor al odio hay un solo paso», aunque creo que esto último es incierto, mas bien la dualidad es Amor (sentimiento) -Razón (ego).
Esta última dualidad es la que deseo abordar, porque es la que sin darnos cuenta usamos mas constantemente en nuestras vidas cotidianas, a lo largo del año dependiendo de si estamos próximos al solsticio de invierno o de verano nos movemos acompasados a la Luz/Oscuridad que nos ofrece el astro rey y por ende a la temperatura que oscila en base a esta incidencia solar (frío o calor).
Pero durante todo el año, vivimos en una constante dualidad emocional que nos lleva de la Alegría a la Tristeza o lo que os lo mismo: Del sentimiento a la razón.
Una balanza que a menudo se puede desestabilizar y de la que nadie nos enseña a equilibrar. Mucho se escribe sobre inteligencia emocional y necesario es que nos empoderemos en este sentido, pero qué difícil y ardua suele ser la tarea de autoaprender a equilibrar. Personalmente soy una persona con una actividad mental de ritmo vertiginoso que a menudo me lleva a largar estadías de insomnio normalmente propicias para la creatividad, pero al mismo tiempo tal como me decía un amigo: «Tienes el corazón en la boca». Por eso se me hace tan complejo poder sentirme equilibrado cuando no se cuadra racionalmente lo deseado por el corazón.
A veces me planteo una vida similar a la gente «corriente» que sin hacer trabajar mucho el cerebro viven una vida de aparente plenitud porque todo les parece bien sea como sea, ¡Bienvenido sea todo!, ¡Para que cuestionarmelo!, y así pasan sus vidas sin plantearse qué modelo de vidas productiva-consumista tienen o qué tipo de relaciones sentimentales mantienen. Parece que todo les va bien y el concepto de «Resignación», es decir, saber aceptar como viene la vida parece saber aplicarlas exquisitamente.
Pero uffff, cómo saber determinar el dilema que nos planteó el teólogo Reinhold Niebuhr:
Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia1.
En cuanto al modelo de vida productivo-consumista hace muchos años que aprendí a aplicar este dilema plenamente y precisamente fue gracias a conocer la Permacultura que supe transmutar la rabia y el odio que albergaba por este mundo injusto y a menudo cruel por una felicidad plena en saber que soy consciente de qué puedo cambiar y estar cambiándolo, pero cuando entro en el paradigma de las relaciones sentimentales, uffff, la cosa cambia, aún sigo de eterno aprendiz de esta dualidad sin saber discernir.
Muchos son los momentos de euforia y esplendor que vivo pero también se acumulan los dolores que van acorazando el corazón para no dejarlo fluir con naturalidad, espontaneidad y sobre todo: sin cargas pasadas.
Aliviar la armadura del corazón es aliviar por conexión directa el peso de la razón. Para mí de momento, una eterna dualidad a pesar de que en mi juventud me sentia vivir la ataraxia3 estoica…
Si habéis llegado hasta aquí en la lectura, lo siento, pero si, a veces escribo a modo terapéutico…
1.- Versión completa de «Plegaria de la Serenidad»:
Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia.
Viviendo día a día;
disfrutando de cada momento;
sobrellevando las privaciones como un camino hacia la paz;
aceptando este mundo impuro tal cual es
y no como yo creo que debería ser,
tal y como hizo Jesús en la tierra:
así, confiando en que obrarás siempre el bien;
así, entregándome a Tu voluntad,
podré ser razonablemente feliz en esta vida
y alcanzar la felicidad suprema a Tu lado en la próxima.
Amén.
2.- Nota aclaratoria
No pertenezco a ninguna creencia determinada ya sea religiosa o de otra índole, intento aprender de todas las corrientes de pensamiento, artes y cultura.
3.- Ataraxia
Se denomina ataraxia (del griego ἀταραξία, «ausencia de turbación»)1 a la disposición del ánimo propuesta por Demócrito y desarrollada por los epicúreos, estoicos y escépticos, gracias a la cual una persona, mediante la disminución de la intensidad de pasiones y deseos que puedan alterar el equilibrio mental y corporal, y la fortaleza frente a la adversidad, alcanza dicho equilibrio y finalmente la felicidad, que es el fin de estas tres corrientes filosóficas. La ataraxia es, por tanto, tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos.